Alemania se ha adjudicado la victoria en el campeonato mundial de fútbol con absoluta justicia.
Ha sido un campeonato con sorpresas en la fase de grupos, con emoción pero pasando siempre los favoritos en octavos y cuartos, y con la victoria del equipo que más hizo para ganar. Poco lucimiento individual, grandes actuaciones conjuntas. Y errores y criterios arbitrales inaceptables a este nivel.
Gloria eterna a la apuesta del fútbol alemán que con Klinsmann y su sucesor Löw cambiaron de forma radical el estilo de juego de la Mannschaft partiendo desde la base y ahora han obtenido el resultado deseado. No solamente la victoria, que con otras artes también lograron anteriormente, sino el reconocimiento global a su apuesta y desempeño.
Y pasan a la historia no sólo por su victoria y su estilo y no sólo por haber logrados la primera victoria de una selección europea en territorio americano, sino por haber acabado con el establishment oficial habiendo humillado de forma apabullante a la favorecida selección anfitriona en una semifinal que queda para siempre en la historia del fútbol. Y por haber destrozado a equipos que, teniendo mimbres para dominar futbolísticamente al rival, han hecho de la racanería su estilo. Que con su pan se lo coman.
Llevamos ya varios campeonatos en los que a las primeras de cambio los cronistas destacan la decadencia de las selecciones de la vieja Europa contrastando con el auge de otras regiones...y como resultado tenemos que durante tres mundiales seguidos la victoria es para combinados europeos. Y eso no es casualidad. El problema es que en cuatro años volverán con las mismas milongas...y volverán a estrellarse...y seguirán sin aprender la lección. Y algunos seguiremos insinuando el colmillo en la irónica sonrisa.
Hoy es un día glorioso para el fútbol. Gracias, Alemania.
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