Me resulta difícil expresar lo que siento tras leer este texto de Ortega y Gasset. Por un lado, hoy ya prácticamente nadie lee este tipo de escritos, y en este caso creo que es algo positivo, porque dada la tendencia actual a descontextualizar para sacar titulares llamativos el ensayo de Ortega resultaría incluso peligroso. A Ortega hay que leerle sabiendo las circunstancias históricas en las que escribía para así poder seguir su argumentación sin escandalizarse en determinados temas, como cuando habla de las masas y las élites o de las guerras. Además, algunos de sus postulados hoy en día carecen de interés o el tiempo los ha demostrado equivocados (por ejemplo, hoy resulta llamativo que Ortega vinculase su evidente anglofilia con la idea de una progresiva unión de Europa). En otros temas sus proposiciones se mantienen muy vigentes, como cuando diserta sobre las naciones. Y finalmente, cuando predice sobre asuntos como la mundialización o la unión de las naciones europeas se muestra acertado.
Más allá de todo esto, y evidenciando que Ortega estaba contento de conocerse a si mismo, debemos decir que es un gran conocedor de los temas que trata, que tiene ingenio para desarrollar sus principios y, muy especialmente, que sabe plasmarlos en negro sobre blanco a la perfección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario