martes, 19 de marzo de 2013

La Italia de Lippi campeona en 2006


El Mundial de 2006 de Alemania se iniciaba sin candidatos claros. Por jugarse en Europa y por tradición, un equipo del viejo continente debía ser favorito, pero la Francia campeona en 1998 y 2000 había fracasado en 2002 y 2004, y también en el 2004 Italia y Alemania habían estado realmente mal, en una Eurocopa sorprendente que nos ofreció un anodino campeón como fue Grecia. Por tanto, muchos miraban al otro lado del Atlántico para señalar a los principales candidatos para hacer con la Copa, con Argentina y la sempiterna Brasil a la cabeza. Al final todos los semifinalistas serían europeos, claro.

En la primera fase selecciones como Alemania, Argentina, Países Bajos, Portugal, Italia, Brasil o España demostraron superioridad sobre sus oponentes, mientras que Francia paó de ronda a duras penas. Pero esta Francia elminaría sucesivamente a España, Brasil y Portugal, plantándose en la final en lo que supondría la última oportunidad para una generación irrepetible. En la otra parte del cuadro, la semifinal la disputaron Alemania, que eliminó en cuartos de final a Argentina por penalties e Italia, que tuvo un camino más libre, aunque sufrieron más de lo debido ante la débil Australia. Y se llegó a "El Partido".

Italia y Alemania, las dos grandes potencias históricas del fútbol europeo, en Alemania, en una semifinal del Campeonato del Mundo. Se daban todos los condicionantes para que naciera un mito.

Italia dominó el partido por completo, con unos imperiales Pirlo y Totti llevando la manija, pero las ocasiones que creaban no terminaban en la red alemana. Los alemanes sólo podían emplear su físico y su dureza para intentar equilibrar el choque, lo que consiguieron en la segunda parte. Con todo, el vibrante partido terminó en empate y desembocó en la prórroga. Y ahí fue donde nació el mito.

Marcello Lippi, seleccionador azzurro, que ya en la segunda parte había cambiado de delantero centro -Gilardino por Toni- provocó que todos nos frotáramos los ojos y que los acumuladores de tópicos se viesen obligados a apagar el televisor y mirar hacia otra parte dando entrada a Iaquinta y Del Piero por Camoranesi y Perrotta, respectivamente. Italia, esa Italia tan denostada siempre por los incultos futbolísticos y que tantos momentos de gloria ha otorgado a este deporte, nos estaba ofreciendo la mayor y más arriesgada apuesta ofensiva que se ha visto en las últimas décadas. Y, recuerden, se trataba de una semifinal de un Campeonato del Mundo, jugando contra Alemania y en Alemania.

Pirlo, Totti, Del Piero, Iaquinta y Gilardino, con dos laterales que se incorporaban mucho al ataque como Zambrotta y Grosso. Todos juntos. Emocionante. Italia achuchó, y el dios Balón quiso recompensar a los valientes cuando, ya cerca del final de la prórroga, primero Grosso tras asistencia exquisita de Pirlo -pudo marcar cualquiera, ocho italianos estaban dentro o en las inmediaciones del área contraria- y luego Del Piero en un contraataque, marcaban los dos goles que llevaban a Italia a la final y las lágrimas de goce a los ojos de todo amante del fútbol.

Italia se adjudicaría aquel Mundial venciendo a Francia en la final tras un partido polémico que también llegó a prórroga y se tuvo que decidir en la tanda de lanzamientos desde los once metros. Pero el partido que quedó para el recuerdo fue la semifinal contra Alemania, merced a esa poco común osadía de Lippi.

Sirva esta entrada como humilde homenaje de un simple seguidor del buen fútbol a los que tanto nos hicieron disfrutar el verano del año 2006. Gracias, Marcello Lippi, gracias Italia.

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