El propietario de un bar le ofrece a un cliente habitual un trabajo que puede resultar peligroso por su ilegalidad, y éste se lo cede a un conocido para quedarse con su mujer.
Paisajes urbanos pluviosos o nebulosos, sórdidos bares en los que suena una música nostálgica frecuentados por sujetos desesperanzados que han traspasado el punto de no retorno, monólogos con visos de trascendencia que no llevan a ningún sitio, lentísimos movimientos de cámara que extienden los planos, rostros inexpresivos, profundo pesimismo en el que veo claras influencias de Nieztsche y Schopenhauer. Un estilo inconfundible que Béla Tarr ("Armonías
de Werckmeister", "Sátántangó", "El caballo de Turín", "El hombre de Londres") puliría en películas posteriores pero que ya se encuentra en ésta completamente modelado, conformando una película hipnotizante a pesar de la aparente escasez y banalidad argumental.
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