Tatatatá, pimpam. Aviso de antemano que la crítica de esta película va a seguir lo que denomino efecto "Love Actually" y que consiste en ensañarme con ella resaltando defectos y ninguneando virtudes provocando de ese modo que parezca peor de lo que realmente es. Pero bah, el director es James Cameron, quien es capaz de producir en mi cualquier efecto excepto provocarme compasión, así que saquemos los cuchillos y a degüello con él.
"Toy Story" no era buena por ser el primer largometraje realizado íntegramente por ordenador. Era buena porque como película era buena. Sin más. Parece simple, pero es bueno recordarlo. Y algunos deberían haber tenido esto muy presente. Y "Avatar", dejando de lado sus -probablemente meritorias- innovaciones técnicas, no es una buena película. Es predecible, aburrida -por momentos, soporífera-, sus personajes están diseñados de forma horrible a nivel psicológico, el guión es un despropósito, algunas escenas que pretenden ser épicas resultan risibles y el mensaje que lanza está ya muy trillado, siendo además en su desarrollo tan burdo que pierde su eficacia. Porque, ¿realmente es necesario que el más estereotipado de los estereotipados personajes del film suelte por su boca andanadas como "nuestra estrategia es el ataque preventivo. Combatiremos el terror con el terror"? Admito la buena intención de Cameron y su equipo -en el fondo soy bueno, je-, pero chicos...sed más sutiles porque estas memeces resultan tan enervantes como contraproducentes.
Protagonizan Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver y Stephen Lang -este tipo siempre resulta imponente en sus desquiciados, aberrantes y psicopáticos personajes; lo adoro-, y el compositor es James Horner.
Cameron llevaba doce años sin dirigir un largometraje de ficción (desde "Titanic"). Después de "Avatar" no ha estrenado nada más. Aún tendremos mucho que agradecerle al bueno de James.
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