El relato de la creación que contiene el Génesis bíblico es bonito, pero repite varias veces una de las frases más erróneas de la historia de la literatura, la que encabeza esta entrada. De seis palabras que la componen, cuatro son incorrectas.
Empecemos por el final. "Bueno". El producto artístico no puede ser bueno ni malo per se. ¿Bueno?¿Qué significa "bueno"? Se trata de un concepto que no es aplicable al arte de ninguna manera.
"Dios". Resulta que es Dios, el creador, quien valora su propia obra. Equivocación de manual. El artista puede sentirse más o menos satisfecho con sus creaciones, pero eso no tiene nada que ver con el producto, sino solamente con su capacidad de autocrítica, su bagaje y su autoexigencia. El producto artístico debe ser apreciado únicamente por el destinatario, el público, la audiencia.
"Vio". Al hilo de lo anteriormente expuesto, las obras de arte se perciben por los sentidos, pero no son los sentidos quienes las juzgan. Al receptor le va a gustar más o menos según su propia personalidad, su experiencia y las circunstancias del momento.
"Era". Las obras de arte no pertenecen a un momento concreto, son "creadas" por cada persona que las percibe en el instante determinado que las percibe. Si alguien interioriza una creación realizada hace dos siglos la está creando él mismo ahora. Y si el mismo receptor la vuelva a interiorizar dentro de diez años la volverá a crear entonces, y la obra será con total seguridad muy distinta.
Admito que "Y vio Dios que era bueno" es solamente una frase que he descontextualizado para emplearla en mi teorización sobre el arte.
Aunque suena a paradoja, el arte es lo único en este mundo con carácter de permanencia, siendo su principal cualidad la volubilidad. Sólo el arte es real.
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