Antes de empezar aviso que esta entrada no está pensada tras la eliminación del VCF en Champions League, sino que ya la tenía en mente antes.
Manifestaba yo en
una entrada hace unos meses que Emery estaba sentenciado, y mi pensamiento sigue siendo el mismo. Y es llamativo esto porque ahora ¡por fin! parece que está sabiendo gestionar la plantilla; ¡por fin! parece que empieza a tener cierta autoridad sobre los jugadores; ¡por fin! parece que se muestra más deshinibido.
Yo he sido crítico con la parcela deportiva del VCF en los últimos años. No por los resultados, porque se han cumplido y se siguen cumpliendo los objetivos. Esta temporada, tras las salidas de jugadores de calidad, no se podía exigir nada más en Champions League que llegar a la ronda de octavos de final, que ha sido en la que nos han eliminado. Y en la Liga -obvio a propósito la Copa de España para no sufrir una úlcera- el campeonato está siendo impecable. 54 puntos en 27 jornadas, terceros en la tabla y con trece puntos sobre el quinto clasificado. Sin embargo, el juego es cierto que no enamora. La irregularidad es la marca de la casa, alternando partidos indolentes con otros en los que sí se ponen ganas, partidos jugados al patadón con partidos donde se mueve bien la pelota, siendo estos últimos los más escasos.
Y a pesar de ello sé que la próxima temporada, cuando no esté Emery aquí, le echaré de menos. Porque, tras sufrir a entrenadores como Benítez o Quique y ver lo que en otros equipos que pretenden ser grandes hacen sus entrenadores, es una gozada haber pasado tres años con un entrenador que no llora, no se queja de arbitrajes, de presidentes, de salario, de afición, de jugadores, de las obras paralizadas, del césped o de la presión de los balones, un entrenador que fundamentalmente es un señor y una buena persona.
Y ahora se habla para el próximo año de entrenadores jóvenes, con ganas, que lo están haciendo bien en equipos humildes. ¡Anda! Como Emery cuando lo fichamos.
