Mirad, mirad, hay un incendio en la
luna.
Vestida de blanco, Isolda venía como
una nube.
Entonces la luna empezó a caer
envuelta en llamas. En las playas danzaba un reflejo de fuego.
Los espectros salen uno a uno de cada
ola que se levanta. Vosotros que estáis allí escondidos, llegó la
hora de temblar ante la voracidad de la muerte.
El sol poniente hace una aureola sobre
la cabeza del último náufrago que flota a la deriva sin oír más
los cantos de la orilla.
Los lobos se pasean con los ojos
brillantes entre las ramas de la noche, enlazados estrechamente y
llorando sin causa precisa.
El hombre aquel, más grande que los
otros, abre la boca en medio del jardín y empieza a tragar
luciérnagas durante horas enteras.
Los árboles están retorcidos a causa
de un dolor extraño. Y millares de meteoros que caen del cielo
forman espirales en la atmósfera nuestra como si fueran piedras en
el agua.
Un humo espeso sale de todos lados.
Ahora sólo brillan los ojos de los lobos y el hombre lleno de
luciérnagas. Todo lo demás es penumbra.
La montaña abre sus puertas y el ciego
entra con los brazos extendidos.
Hay un árbol, un árbol grueso que se
retuerce en el fuego del crepúsculo.
Arriba se está meciendo un planeta
recién nacido.
Caen aureolas sobre la tierra. Una
detrás de otra van cayendo cientos de aureolas sobre la tierra,
algunas sobre ciertas cabezas… ¿Y nada más?
Una isla de palmeras surge del mar para
los novios que se pasean enlazados.
Algún día uno de ellos encontrará la
cabeza que se le había perdido,inmóvil en el mismo sitio en que la
perdiera.
¿Cuándo? ¿En dónde? ¿Cuál de
ellos?
He ahí el suplicio, Isolda, detrás de
la montaña. He allí el suplicio.
Las selvas migratorias no llegarán tan
lejos.
Hay una sandalia sola en medio de la
tierra.
La marcha de las tardes que pasan se
siente en el fondo del mar. En el momento éste en que todo se torna
brillante de ebriedad.
Hay un sombrero más allá a la altura
de una cabeza.
Hay un bastón clavado en el suelo y a
la altura de una mano.
Y no hay nada más. Porque ninguno de
vosotros puede ver el fantasma que sonríe al perro en este instante.
Ninguno sabe por qué se movieron las
cortinas detrás de la cama. Ni por qué se sonrojaron las mejillas
de Isolda como dos cortinas que se corren.
–
El palacio tiene escalinatas que no se
sabe dónde terminan, las columnas sostienen ojivas de planeta a
planeta y en todos los jarrones hay cabezas cortadas.
A través de las rejas se ve la
eternidad dormida con una placidez indescriptible. ¿Qué más
quieres?
Ese es tu destino. Deja a cada cual su
libertad que está al principio o al final del vuelo como una rama o
un puerto. Y ahora calla.
El moribundo aprieta los labios para
que no huya el pájaro definitivo a cantar su romanza sobre otras
rocas.
Todo obedece a la cadencia de una voz
que nadie sabe de dónde cae.
He ahí el destino de la mariposa
magnética.
He ahí el esqueleto aguardando
pacientemente su hora, escondido en las sombras. El esqueleto final
que jugará al ajedrez bajo su casa de tierra, mientras viven sus
sombreros en las calles ajenas.
Y podéis llorar porque semejante es el
horóscopo del árbol.
Esconded las caricias en las cavernas
de los pájaros polares en donde el hombre se clava estalactitas en
los ojos y la mujer corre saltando entre los icebergs.
Isolda, ya viene el huracán asolando
el cementerio de las miradas,ya viene el huracán con la velocidad de
los planetas lanzados al destino.
Escondámonos en las más hondas
catacumbas y allí grabemos nuestro nombre en las piedras sensibles
junto al nicho en donde debemos acostarnos por la eternidad.
Allí los curiosos de mañana
encontrarán nuestras calaveras y nuestros huesos mezclados.
Sangra la frente del Tiempo en la
oscuridad sin reposo de la noche,sangra destrozada por montañas de
espinas.
¡Qué importa!
En la terraza de la última cima mi
garganta estuvo tragándose todos los truenos del cielo y mis dedos
acariciaron el lomo de los relámpagos, mientras el sol detrás de la
noche rehacía sus huestes y se preparaba para el ataque del día
siguiente.
¿Oyes el ruido de las olas que se
estrellan a causa de la oscuridad?
–
No dejes que la luna te desnude, ni que
te cuelguen de cualquier estrella lo mismo que los ahorcados por
hermosos delitos, los ahorcados que se columpian sobre la eternidad.
¡Qué te importa si el galán se
arroja de la torre y pierde la vista en el camino!
Déjalo en paz. Dirás que sus ojos
supieron morir con un sobrio heroísmo. No faltará quien recoja los
cantos del galán volcánico,ni quien encienda una bujía en su
memoria o ponga una corona amenazante en su cabeza de muerto, en
donde sólo los ojos guardan aún una cierta vida y se levanta en
puntillas todas las mañanas para ira sembrar la agitación en tu
pecho endurecido.
Cantas, ¡oh inconsciente!, mientras
agonizan las serpientes de tus brazos como las bayaderas de los
templos.
Las olas son lentas para morir.
¿Oyes clavar el ataúd del mar?
Isolda, aquella otra también murió.
El, el culpable, se aleja por el último camino acompañado de sus
crímenes.
Todas murieron. Fueron desembarcando
las estatuas en las diversas estaciones.
Con la sonrisa atada aquélla se quedó
en medio de los campos. Pero hay una que encalló en las arenas de mi
memoria y se sustenta de mis células.
Un día volamos enlazados sobre las
cimas efervescentes. Juntos rodamos al abismo ilimitado y allí
elevamos las brujerías del sexo aun rito de naufragio sin defensa.