En 1936 la cineasta Leni Riefenstahl recibe el encargo de filmar los Juegos Olímpicos de Berlín, y el resultado, tras una meticulosa labor de montaje, es un documental de más de tres horas que sigue todas las competiciones deportivas en sus momentos álgidos, empleando una cantidad de recursos realmente asombrosa que lo convierten en una obra sumamente interesante en los planos cinematográfico y estético.
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