miércoles, 16 de abril de 2014

Robert Desnos

El 8 de junio de 1945, poco antes de ser liberado el campo de concentración en que se encontraba, Robert Desnos murió de tifus. En su cadáver se encontró el siguiente poema, variación abreviada de una antigua composición suya:


Tanto soñé contigo,
Caminé tanto, hablé tanto,
Tanto amé tu sombra,
Que ya nada me queda de ti.
Sólo me queda ser la sombra entre las sombras
ser cien veces más sombra que la sombra
ser la sombra que retornará y retornará siempre
en tu vida llena de sol.


Otras poesías suyas:


ES DE NOCHE


Te irás cuando quieras
El lecho se ciñe y se afloja con las delicias igual que un corsé de terciopelo negro
Y el insecto resplandeciente se posa sobra la almohada
Para estallar y entonces reunirse con lo oscuro
El oleaje llega martillando y se calla
Samoa la bella duerme entre algodones
Conejar, ¿qué haces con las banderas? las arrastras por el fango
A la buena de Dios y en lo profundo de todo fango
El naufragio se acentúa bajo los párpados
Relato y describo el sueño
Recojo los envases de la noche y los ordeno sobre el estante
El ramaje del pájaro de madera se confunde con la irrupción de los tapones en forma de mirada
Nada de volver allí nada de morir allí la alegría desborda
Un invitado de más a la mesa redonda en el claro verde esmeralda del bosque con yelmos resonantes cerca de un montón de espadas y armaduras abolladas
Nervio a modo de amorosa lámpara apagada al fin del día
Yo duermo


--


No, el amor no ha muerto en este corazón y en estos ojos y en esta boca que proclamaba el comienzo de sus funerales.
Escuchad, estoy harto del pintoresquismo y de los colores y del encanto.
Amo el amor, su ternura y su crueldad.
Mi amor no tiene más que un nombre y una forma.
Todo pasa. Bocas se adhieren a esta boca.
Mi amor no tiene sino un nombre y una forma.
Y si algún día lo recuerdas,
Oh tú, forma y nombre de mi amor,
Un día en el mar entre América y Europa,
A la hora en que el último rayo de sol se refleja en la superficie ondulada de las olas, o bien una noche de tormenta bajo un árbol en el campo, o en un veloz automóvil,
Una mañana de primavera en el Boulevard Malesherbes,
Un día de lluvia,
Al alba antes de acostarte,
Piensa, se lo ordeno a tu fantasma familiar, que nadie te amó más que yo y que es una pena que no lo hayas sabido.
Piensa que no hay que lamentar las cosas: Ronsard, antes que yo, y Baudelaire cantaron el pesar de las viejas y de las muertas que despreciaron el amor más puro.
Tú, cuando estés muerta,
Seguirás siendo bella y deseable.
Ya estaré muerto, encerrado por entero en tu cuerpo inmortal, en tu imagen asombrosa por siempre presente entre las maravillas perpetuas de la vida y de la eternidad, pero si vivo
Tu voz y su acento, tu mirada y su brillo,
Tu olor y el de tus cabellos y muchas otras cosas aún vivirán en mí,
En mí que no soy ni Ronsard ni Baudelaire,
En mí que soy Robert Desnos y que, por haberte conocido y amado,
Valgo tanto como ellos.
En mí que soy Robert Desnos, para amarte
Y que no quiero dar otro renombre a mi memoria sobre la tierra despreciable.

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