En una escuela reconvertida en pequeño hospital unos soldados sufren una extraña narcolepsia. Uno, durante sus ratos despierto, entabla amistad con una mujer que ayuda allí.
La disociación actual entre circuito cultural y popular provoca que películas como ésta de Apichatpong Weerasethakul ("Síndromes y un siglo", "Una carta para el tío Boonmee", "Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas") no sean proyectadas en los multicines imperantes y para verlas en pantalla grande -y versión original- haya que acudir a sesiones en museos como la de esta noche en l’EACC. Así se aseguran de que el vulgo seguirá adocenado, consumiendo inanes productos de usar y tirar en vez de “equivocarse” contemplando cintas con valor artístico y/o que les puedan hacer pensar.
Respecto a la película en sí, reúne las características del cine del tailandés: mezcla de elementos mágicos, consuetudinarios y naturales, ritmo pausado con largos planos fijos y silencios, y una sensibilidad desbordante. No sé muy bien por qué pero en algunos momentos este film me ha recordado al cine de Béla Tarr.
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