miércoles, 14 de diciembre de 2011

De "El jardinero"




V
 

No hallo reposo.
Tengo sed de infinito.
Mi alma languideciente aspira a las misteriosas lejanías.
Gran Más Allá, ¡qué profunda es la llamada de tu flauta!
Olvido siempre, siempre, que no tengo alas para volar, que estoy eternamente atado a la tierra.
Mi alma es ardiente y huye el sueño; soy un extraño en un país extraño.
Tú murmuras a mi oído una esperanza imposible.
Mi corazón conoce tu voz como si fuera suya.
Gran Desconocido, ¡qué profunda es la llamada de tu flauta!
Olvido siempre, siempre, que ignoro el camino, que no poseo un caballo alado.
No puedo hallar descanso; soy un extraño para mi propio corazón.
En la soleada niebla de las horas lánguidas, ¡qué grandiosa visión de Ti aparece en el azul del cielo!
Gran Arcano, ¡qué profunda es la llamada de tu flauta!
Olvido siempre, siempre, que están cerradas todas las puertas de esta casa en la que vivo solo.



XX



Día tras día él llega y se va.
Ve y dale esta flor de mi pelo, amigo.
Si te pregunta quién se la envía no se lo digas, te lo ruego, pues si viene es para volverse a ir.
Está sentado bajo un árbol, en el suelo.
Prepárale un lecho de pétalos y hojas, amigo.
Sus ojos están tristes y su mirada pesa en mi corazón.
Nunca dice qué piensa, sólo viene y se va.



XXIV



No guardes sólo para ti el secreto de tu corazón, amiga mía, dímelo, sólo a mí, en secreto.
Susúrrame tu secreto, tú que tienes una sonrisa tan dulce; mis oídos no lo oirán, sólo mi corazón.
La noche es profunda, la casa está silenciosa, los nidos de los pájaros están envueltos por el sueño.
A través de tus lágrimas vacilantes, a través de tus temerosas sonrisas, a través de tu dulce vergüenza y tu tristeza, dime el secreto de tu corazón.



XLII



Oh, Locura, gloriosa embriaguez, cuando abres tu puerta con un puntapié y bromeas en público; cuando vacías tu bolsa en una noche y te ríes de la prudencia; cuando, sin sentido, avanzas por extraños senderos y juegas con fruslerías; cuando, al navegar en la tormenta, rompes tu timón en dos pedazos... entonces te sigo, compañera, me embriago contigo y me doy a los diablos.

Perdí mis días y mis noches en la compañía de los sabios y los discretos.
El mucho saber ha blanqueado mis cabellos y las incontables vigilias han ensombrecido mi mirada.
Durante años recogí y atesoré migajas de ciencia, que ahora destruyo, bailo sobre ellas y esparzo al viento.
Pues sé que la mayor sabiduría consiste en embriagarse y darse a los diablos.
 
Que se desvanezcan mis engañosos escrúpulos. Que pueda perder desesperadamente mi camino.
Que un arrebato de vertiginosa violencia me arrastre lejos del puerto.
El mundo está lleno de gente honorable, de trabajadores útiles y hábiles.
Hay hombres que se sitúan fácilmente en primera fila, otros que ocupan dignamente la segunda.
Dejad que sean útiles y prósperos y dejadme a mí ser inútil y loco.
Pues, lo sé muy bien, éste es el fin de todos los trabajos: estar borracho y darse a los diablos.
 
Juro renunciar desde ahora a cualquier pretensión de dignidad y decencia.
Abandono mi orgullo de saber y mi criterio sobre lo verdadero y lo falso.
Quiebro el vaso de mis recuerdos y derramo las últimas lágrimas.
Me baño en la espuma del rojo vino de las moras, que ilumina mi risa.
Desgarro en jirones la cortesía y la gravedad.
Juro solemnemente ser indigno, embriagarme y darme a los diablos.



LII



¿Por qué se apagó la lámpara?
La protegí del viento con mi manto; por ello la lámpara se apagó.
 
¿Por qué se mustió la flor?
La estreché, inquieto y amoroso, contra mi corazón; por ello se mustió la flor.
 
¿Por qué se secó el río?
Construí un dique para que el agua sólo me sirviera a mí; por ello el río se secó.
 
¿Por qué se rompió la cuerda del arpa?
Quise dar una nota demasiado alta; por ello la cuerda del arpa se rompió.


Rabindranath Tagore.

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