En 1927, cinco años después de realizar “Nosferatu”, Murnau dirigía ya en Estados Unidos esta obra de inigualable belleza. Era una época en que el cine mudo daba sus últimos coletazos –pocos días después del estreno de este filme triunfaría la primera película sonora “El cantor de jazz”- y en que era inminente el nacimiento de los premios Oscars –en su primera ceremonia esta película obtuvo los premios a mejor actriz, mejor fotografía y mejor producción artística-.
Murnau nos narra un melodrama, una eterna historia de amor y redención en la que un joven granjero casado tiene una aventura con una mujer de la ciudad, quien lo convence para asesinar a su mujer y huir con ella. Los protagonistas son George O’Brien y Janet Gaynor.
La extraordinaria fotografía e iluminación y el dominio de la técnica cinematográfica y narrativa por el director alemán conducen a esta película a la más alta cúspide de la historia del cine en cuanto a perfección artística.
“Amanecer” para un cinéfilo es como Dios y la Madre de Dios para un cristiano.
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