Una oportunidad para Nepal

Empecé a interesarme por la monarquía nepalí en 2001, cuando aconteció el famoso magnicidio. En la década de los sesenta, el rey Mahendra proscribió los partidos políticos ajenos a su gobierno. A Mahendra le sucedió su hijo Birendra en 1972, que siguió con la misma política antidemocrática de su padre, hasta que se vio forzado a admitir una reforma constitucional que desembocaría en las primeras elecciones democráticas en cinco décadas, el año 1991. Desde entonces se sucedieron en el poder muchos partidos políticos, siendo la característica común de todos ellos el alto grado de corrupción.

Y llegamos al 2001. El príncipe Dipendra, hijo de Birendra, completamente borracho y enfadado porque su familia rechazaba la esposa que él eligió, mató a tiros a sus padres, a sus hermanos y a cinco tíos, antes de intentar suicidarse (falleció a los tres días). Así pues fue proclamado rey Gyanendra, hermano de Dipendra, que ya ostentó el reinado temporalmente durante la década de los cincuenta, cuando contaba solamente con tres años. El nuevo rey disolvió el gobierno y emprendió una guerra civil contra el Partido Comunista, que llevaba años intentando hacerse con el poder del país. En 2005 el conjunto de los partidos políticos y la población, que había dejado de creer en el carácter divino de los monarcas, se echó a las calles a protestar contra Gyanendra. Hubo una sangrienta represión, pero en 2006 el rey tuvo que devolver el poder al pueblo, y se firmó la paz con los comunistas. El 24 de diciembre de 2007 se llegó a un acuerdo para abolir la monarquía, que ha durado 240 años, e instaurar una república federal tras las elecciones previstas para el próximo mes de abril. Se abre así una oportunidad para el país; de ellos depende que se convierta en una noticia positiva, si saben aprovecharla. El principal problema para ello será la extrema pobreza de la mayoría de habitantes y la imperante necesidad de una revolución económica en una sociedad anclada todavía en el pasado.