El entrenador rival pidió tiempo. Él miró el marcador. Quedaban trece segundos, estaban empatados y tenían la posesión. Él sabía que en ese momento los ojos de todo el mundo estaban fijos en Él. Se dirigió al banquillo, se sentó. El entrenador hablaba pero Él no escuchaba: sabía de sobras lo que iba a decir. Él sabía que en el banquillo rival el entrenador estaría dando consignas para pararle. Él sabía que los 15.000 espectadores del pabellón estaban fijándose en él, en cada movimiento, en cada gesto suyo. Él sabía que millones de personas a través de televisión estarían esperando algo de Él. Él sabía que sus compañeros no iban a ayudarle, que se quedarían mirando su jugada. Él lo sabía. Él nota la presión.
En casa de los Smith el hermano mayor dice: "Fallará. Magic es mejor". Su hermano menor, vestido con una camiseta con un toro rojo estampado, sin mangas, lo fulmina con la mirada. El padre los mira irónicamente. La madre deja sus labores y se sienta en el sofá a ver el final. A verle a Él.
Suena la bocina, los jugadores se levantan y se dirigen a sus posiciones. Hay flashes en el pabellón, todos hacia Él. Él se para, se agacha, se aprieta más fuerte los cordones de las zapatillas. Una cortesía a la casa comercial que tanto dinero le paga. Su compañero saca, le da el balón. Tiene un hombre encima, inicia una carrera, cruza la línea que marca el centro del campo, se para y analiza la situación. Delante tiene un jugador. A ambos lados otros dos mirándole y esperando su movimiento. Millones de personas especulan sobre cómo hará la canasta, saben que la hará. Sus compañeros están parados, esquinados, Él ni siquiera se plantea pasar el balón, pero amaga un pase hacia el compañero de su derecha para iniciar una penetración por la izquierda. Se coloca parejo a su defensor, pero delante le aparecen dos hombres más, más altos que Él. Se para, da un paso atrás y salta. Su prodigiosa suspensión le permite elevarse por encima de las manos de sus rivales, que intentan taponarle sin conseguirlo. Lanza el balón, sus dedos apuntan firmes hacia la canasta, el balón vuela, llega, entra en la canasta. La bocina que señala el final suena. Él da un salto, sus compañeros corren a abrazarle. Su entrenador se queda mirándolo, se ríe y le hace un gesto afirmativo con la mano. Sus rivales, brazos en jarra, lo admiran con resignación. El entrenador rival piensa: "ojalá jugara con nosotros". Más flashes, su frente está perlada.
En casa de los Smith el hermano menor dice con sorna: "Magic es mejor, Magic es mejor". El hermano mayor se levanta y sale. Su padre los mira irónicamente. La madre suspira, se levanta y reemprende su trabajo.
Miles de personas en sus casas apagan el video. Lo guardarán siempre, junto con el resto de sus momentos memorables.
Él ya está tranquilo. Piensa: "pasado mañana otro partido, tendré que hacer lo mismo". Medio mundo espera ansioso ese otro partido. Exclusivamente por verlo a Él.
Él lo sabe.
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