Toda jugada tiene una finalidad.
Una de las principales diferencias entre un ajedrecista avezado y un principiante es la aplicación de este principio. Todas las jugadas que efectúa el experto tienen un motivo, ya desde la inicial. Por su parte, el novato mueve muchas veces simplemente porque es su turno (lo conocido como pérdida de tiempo), sin analizar detalladamente las consecuencias de sus jugada ni las del contrario, lo que le ocasiona desde el inicio una considerable desventaja que su rival sabrá aprovechar porque habrá posicionado sus piezas estratégicamente.
El ajedrecista a quien desde pequeño se le ha enseñado este principio suele aplicarlo también en su vida extraajedrecística, convirtiéndose en una persona pragmática, analista y racional, que raras veces efectuará acciones que no le supongan un beneficio particular.
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