Esta magnífica obra arquitectónica constituye una de las mejores representaciones de la cultura romana en España. Fue construida en el siglo I, aprovechando la concavidad de la montaña para excavar en ella muchas de las gradas, abaratándose los costes y consiguiéndose una extraordinaria sonoridad para los espectáculos escénicos. Tiene una forma clásica de hemiciclo, con capacidad para unos ocho mil espectadores. En 1896 fué el primer edificio declarado como Monumento Nacional en España. Personalmente tuve la oportunidad de disfrutar allí, hace unos cuantos años, de la interpretación de la brillante comedia de Plauto “Menaechmi gemelos” y apreciar de primera mano esta estupenda obra de ingeniería.
Durante siglos el Teatro sufrió un proceso de degradación, debido a la acción natural de los elementos, los conflictos bélicos (tuvo incidencia especialmente la Guerra de la Independencia, puesto que en 1811 se procedió a demoler su parte alta para facilitar el acceso al castillo) y la utilización de muchos de sus sillares para la construcción del castillo y de edificios civiles en la ciudad.
En el siglo XX se llevaron a cabo varias actuaciones de restauración, pero no se consiguió darle un aspecto de unidad arquitectónica y se quedaron en simples parches que distorsionaron aún más la estructura primigenia.
En los años ochenta la Dirección General de Patrimonio de la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana encargó un proyecto de restauración y rehabilitación integral a los afamados arquitectos Giorgio Grass y Manuel Portacei que diera imagen de unidad del cuerpo escénico y el graderío para permitir que se retomasen los espectáculos escénicos en el Teatro.
Aquélla restauración terminó en 1993 y la polémica generada por esta actuación aún colea hoy en día. Se ha criticado la concepción del proyecto y la ejecución de las obras y hubo denuncias que terminaron con una sentencia judicial ordenando la demolición de todas las obras para restituir el teatro a su estado original.
Los errores fueron innumerables. La administración forzó la marcha del proyecto por intereses políticos y los arquitectos no respetaron la Ley de Patrimonio, transformando radicalmente el Teatro Romano. Se edificó totalmente la scenae y se “arregló” la cávea a base de colocar planchas de mármol, sin respetar la estructura primitiva.
Así pues, se denunció la intervención por no respetar la Ley de Patrimonio de 1985, y los magistrados en 2002 decidieron que se devolviera al edificio su estado original. Según los demandantes se debería levantar todo el graderío, eliminar las losas que cubren la cávea y derribar el muro que cierra la escena. Otro despropósito, porque una nueva actuación en el Teatro aún perjudicaría más su estado, aparte de que es materialmente imposible devolverlo a su situación anterior-un informe del Colegio de Arquitectos destacaba que existen zonas en las que la reversión es posible, en otras en que es dudosa y otras en las que no es factible-. La obra costaría más de seis millones de euros, y lo que la sentencia no dice es quién debería correr con los gastos, aunque seguramente debería pagarse entre el Ayuntamiento y la Generalitat.
Y todo esto viene porque hoy, casi dos décadas después de los hechos, se inician las deliberaciones del Tribunal Supremo por el recurso interpuesto por el Ayuntamiento de Sagunt contra la sentencia antes descrita. Se estima que la decisión del Supremo se conocerá antes de que finalice el año. Y en caso de que el fallo sea contrario el recurso, el Ayuntamiento tiene pensado continuar con más recursos.
Más de tres lustros de despropósitos por intereses políticos y económicos, por la manifiesta incompetencia de los arquitectos, por la descoordinación entre entidades, por la escasa visión de unos jueces incapaces de ver más allá de las leyes y por el desinterés de muchos sectores de la sociedad. Y aún continuamos con ello. A ver si todos se dejan de memeces y se dedican de una vez a mantener y proteger nuestro patrimonio.
Durante siglos el Teatro sufrió un proceso de degradación, debido a la acción natural de los elementos, los conflictos bélicos (tuvo incidencia especialmente la Guerra de la Independencia, puesto que en 1811 se procedió a demoler su parte alta para facilitar el acceso al castillo) y la utilización de muchos de sus sillares para la construcción del castillo y de edificios civiles en la ciudad.
En el siglo XX se llevaron a cabo varias actuaciones de restauración, pero no se consiguió darle un aspecto de unidad arquitectónica y se quedaron en simples parches que distorsionaron aún más la estructura primigenia.
En los años ochenta la Dirección General de Patrimonio de la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana encargó un proyecto de restauración y rehabilitación integral a los afamados arquitectos Giorgio Grass y Manuel Portacei que diera imagen de unidad del cuerpo escénico y el graderío para permitir que se retomasen los espectáculos escénicos en el Teatro.
Aquélla restauración terminó en 1993 y la polémica generada por esta actuación aún colea hoy en día. Se ha criticado la concepción del proyecto y la ejecución de las obras y hubo denuncias que terminaron con una sentencia judicial ordenando la demolición de todas las obras para restituir el teatro a su estado original.
Los errores fueron innumerables. La administración forzó la marcha del proyecto por intereses políticos y los arquitectos no respetaron la Ley de Patrimonio, transformando radicalmente el Teatro Romano. Se edificó totalmente la scenae y se “arregló” la cávea a base de colocar planchas de mármol, sin respetar la estructura primitiva.
Así pues, se denunció la intervención por no respetar la Ley de Patrimonio de 1985, y los magistrados en 2002 decidieron que se devolviera al edificio su estado original. Según los demandantes se debería levantar todo el graderío, eliminar las losas que cubren la cávea y derribar el muro que cierra la escena. Otro despropósito, porque una nueva actuación en el Teatro aún perjudicaría más su estado, aparte de que es materialmente imposible devolverlo a su situación anterior-un informe del Colegio de Arquitectos destacaba que existen zonas en las que la reversión es posible, en otras en que es dudosa y otras en las que no es factible-. La obra costaría más de seis millones de euros, y lo que la sentencia no dice es quién debería correr con los gastos, aunque seguramente debería pagarse entre el Ayuntamiento y la Generalitat.
Y todo esto viene porque hoy, casi dos décadas después de los hechos, se inician las deliberaciones del Tribunal Supremo por el recurso interpuesto por el Ayuntamiento de Sagunt contra la sentencia antes descrita. Se estima que la decisión del Supremo se conocerá antes de que finalice el año. Y en caso de que el fallo sea contrario el recurso, el Ayuntamiento tiene pensado continuar con más recursos.
Más de tres lustros de despropósitos por intereses políticos y económicos, por la manifiesta incompetencia de los arquitectos, por la descoordinación entre entidades, por la escasa visión de unos jueces incapaces de ver más allá de las leyes y por el desinterés de muchos sectores de la sociedad. Y aún continuamos con ello. A ver si todos se dejan de memeces y se dedican de una vez a mantener y proteger nuestro patrimonio.
3 comentarios:
Discrepo.
Desgraciadamente, hoy en día existe una visión "romántica" de las ruinas, como patrimonio histórico bla bla bla... cuando la verdad es que dichas ruinas poco tienen que ver con el teatro original (que estaba hecho una mierda, por cierto).
A día de hoy, gracias a tan "horribles" obras, el teatro de Sagunto vuelve a estar en funcionamiento y es útil al pueblo y a los ciudadanos de Sagunto.
Pues yo no veo la discrepancia. No soy contrario a que se rehabilitara, simplemente pienso que se podría haber hecho de una forma mejor, manteniendo el "espíritu" de la obra, y no creando un teatro nuevo.
Lo que sí es una barbaridad es que una vez hecha esta remodelación ordenen dar marcha atrás.
Dejando de lado la espantosa trasera de ladrillo caravista, el graderío quedó a mi modesto entender muy digno y fiel a lo que sería el original (pero hecho hoy, claro)
Coincido plenamente en que arrancarlo ahora es una soberana atrocidad
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